EL LÍDER CREÍBLE

“Como líderes, tenemos necesidad de persuadir al público para que acepte nuestro mensaje y aún actúe de forma cooperativa (no coactiva) en la dirección que proponemos”
Ricardo Velilla Barquero.

Persuadir, seducir, influir, convencer… Hoy en día los líderes de grupos y organizaciones deben ocuparse de muchas más cosas que de dirigir. La motivación de los grupos de trabajo se ha convertido en una necesidad. Tomar decisiones y comunicarlas ya no sirve en un entorno cambiante en que las personas, los individuos, disponen de mucha más información y son mucho más críticos con los planes “que vienen de arriba”. Un directivo responsable sabe que, más que dar órdenes, debe compartir objetivos y conseguir cómplices.

En este contexto, la oratoria cobra un enorme sentido. Un buen discurso, la comunicación adecuada y vibrante de nuestros retos, es vital para comprometer a los demás. Según Judy James, experta en comunicación no verbal (a la que he citado ya en alguna ocasión):

 “Lo que hay que recordar de las presentaciones de negocios es que pueden inspirar, motivar, entretener y llenar de energía al público de un modo incomparable con otra forma de comunicación.”

Pues bien, si pensamos en inspirar y motivar a nuestra audiencia hay un ingrediente fundamental. El spaghetti de los ‘spaghetti al pesto’: la credibilidad.

RECETAS E INGREDIENTES

Y aquí es donde empiezan mis problemas.

Me gusta leer, y me encanta leer libros sobre comunicación. Sobre comunicación en público aún más… Y eso me genera cierto conflicto: ¿Un domingo por la tarde leyendo un libro sobre presentaciones? ¿En serio? Pues sí, me pasa. Aunque no es eso de lo que quiero hablarte. Quiero hablarte de algo que siempre me encuentro en los libros sobre presentaciones (en los buenos, claro, el resto vamos a ignorarlos); algo que me sorprende, y por qué no decirlo, me molesta. Y es que todos los que he leído hasta ahora (y han sido unos cuantos) opinan que el único ingrediente de la credibilidad del orador es su reputación/imagen/prestigio profesional, ya sea online u offline. (Quede claro que me refiero a la credibilidad del orador, no del mensaje. Ahí entraríamos en otras muchas consideraciones.)

No, no y no. Con todos mis respetos, creo que se equivocan.

Jeremy Irons en 'La Misión', Roland Joffé, 1986

Jeremy Irons en 'La Misión', Roland Joffé, 1986

Hay otro nivel de credibilidad que no tiene en absoluto que ver con nuestra reputación, ni nuestra imagen personal o profesional. Y es la credibilidad de ejecución. Por reputado, experto o profesional que sea un orador ‘sobre el papel’, en la ejecución de su discurso también ha de ser creíble.

Nos ha pasado a todos unas cuantas veces: ¿No recuerdas ninguna presentación de un supuesto ‘crack’, que te haya sorprendido para mal? ¿En que el experto tuviera serios problemas para comunicarse? ¿En que su voz, sus gestos y su actitud no fueran convincentes? ¿En que NO TE LO CREYERAS, por muy experto y reputado que fuese? Pues a eso me refiero, ni más ni menos.

Imagínate a tu actor preferido. Digamos Jeremy Irons (uno de mis admiradísimos). Su reputación es intachable y algunas de sus interpretaciones pasarán a la historia. Imagínate que un día vamos a verlo en directo… Y no nos gusta. Su interpretación es forzada, afectada y poco natural. Su voz suena postiza y falsa. Sus gestos son mecánicos, nada fluidos y para nada espontáneos; de hecho, hasta su forma de caminar resulta extraña. ¿Crees que  eso sería posible? Pues sí. Por improbable que sea, eso sería posible. Y toda su reputación y los inolvidables momentos que nos ha regalado durante su carrera no servirían de nada si lo vemos y no nos lo creemos. A esa credibilidad me refiero, ni más ni menos.

Por eso creo que hay otro aspecto de la credibilidad que nunca debes perder de vista en una presentación: la credibilidad de ejecución. La credibilidad que se desprende de la convicción y seguridad que transmites en el escenario. La credibilidad que se desprende, en definitiva, de cómo usas tus herramientas expresivas para comunicar tus ideas.

Y es fundamental que te ocupes de ella si quieres ser un líder realmente creíble.