LA ACTITUD DE TU PRESENTACIÓN

 Os he hablado ya en varias ocasiones de la voz como transmisora de emociones. Veamos hoy cuál es el principal transmisor de nuestra actitud en el escenario. La CNV expresa tu actitud. Foto: Emiliano Spada.

Normalmente dividimos nuestra herramienta expresiva en dos partes fundamentales: nuestra voz y nuestro cuerpo. Dicho de otro modo, nuestro paralenguaje y nuestra comunicación no verbal. Y si tuviéramos que atribuir a cada una de esas partes una responsabilidad, la voz sería la responsable de transmitir nuestras emociones, y el cuerpo transmitiría nuestra actitud respecto al tema y al auditorio.

Soy consciente de que es una división un tanto simplista, burda quizá. Nuestra herramienta expresiva (o de comunicación) es UNA. Dividirla en partes es, ya de por sí, una simplificación errónea. Nuestra comunicación no verbal y nuestro paralenguaje no pueden aislarse el uno de la otra, y tampoco del órgano más importante: el cerebro.

No obstante, las divisiones son necesarias para poder trabajar esos elementos. Y en ese contexto, me parece acertado (e interesante) adjudicar a cada elemento su responsabilidad principal.

COM. NO VERBAL Y ACTITUD

Piensa en un orador. Escoge al que prefieras, o ponte tú mismo como ejemplo.

Su seguridad, profesionalidad, credibilidad, aplomo y muchas otras actitudes se transmitirán mediante su com. no verbal. Cierto es, por supuesto, que también se transmitirán con su voz. Pero la audiencia leerá estas actitudes en su lenguaje corporal. Así como las ganas de comunicar, su implicación, su confianza… En ese terreno, a la hora de comunicar esos intangibles, el lenguaje corporal cobra más importancia que la voz.

ALGUNOS CONSEJOS ÚTILES

Hay libros enteros (por suerte) dedicados a la com. no verbal. Muchos más que los dedicados a la voz. Es un tema rico y con muchísimos matices. No obstante, voy a darte los consejos más viables teniendo en cuenta el espacio de que dispongo:

Separa los codos del tronco, y el gesto se ampliará por sí solo. Foto: Jeremy Doorten.

 -mantente erguido.- sin ‘envararte’. Tu cuerpo ocupa un espacio, y es el que naturalmente debe ocupar. No te hagas ni ‘grande’ ni ‘pequeño’. Ojo con las espaldas cargadas, los hombros hundidos y las cabezas proyectadas hacia adelante o hacia atrás. Intenta que tus pies, tus caderas, tus hombros y tus orejas estén en el mismo plano. Transmitirás una actitud segura y confiada.

-amplía los gestos.- los gestos completan tu mensaje, y han de verse con claridad. Por eso, cuanto más amplios sean, mejor. Hay un truco muy sencillo y extraordinariamente efectivo: separa los codos del tronco. Así tus gestos se harán más grandes automáticamente.

-busca una postura ‘de reposo’- los gestos son necesarios, pero en exceso también cansan. Por eso, debes encontrar una postura lo más neutra posible que te permita seguir con tu discurso cuando no gesticules. Así podrás gesticular más o menos según te convenga. Te recomiendo que busques esa postura lo más conscientemente posible. Usa un espejo, o la referencia de alguien (que te quiera bien).

-atención a la ‘danza del estrés’.- Es muy frecuente (mucho) que los nervios nos jueguen malas pasadas. Y una de las más comunes es que el estrés se traslade a los pies: talonamientos, pasos de procesionario, pivoteos, desplazamientos que no van a ningún sitio… Algo parecido al “izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, detrás: un, dos, tres!” pero sin música. Lo más alejado a la actitud que quieres proyectar en tu presentación.

Son sólo unos breves consejos. Pero teniéndolos en cuenta te aseguro que proyectarás una actitud mucho más adecuada en tu próxima presentación.

“A más ver…”